Lo que nos mantiene vivos es la distancia
Batas de tul
Medidas variables
EL COLOR DE LO POSIBLE
Una de las paradojas más complicadas del arte contemporáneo se origina en su afán de asumir su propio presente sin quedar atrapado por la obviedad de lo referido. Por una parte, el arte no puede esquivar su compromiso (su vocación, su destino) de nombrar el drama que conmueve su tiempo; por otra, no puede renunciar a su oficio fundamental que lo empuja a encarar su objeto mediante complejos trámites formales que implican desvíos, distancias, miradas laterales y, aun, silencios. Ante el infortunio de un mundo maltrecho por la pandemia, no puede el arte desentenderse del espanto, pero tampoco exponerlo directa y literalmente buscando la conmoción y el impacto. No debe ni desviar la mirada ni renunciar a su grave tarea de mostrar el mundo desde el mirar sesgado; desde el rodeo de las formas, que intervienen siempre en lo mostrado. (Que lo enmascaran parcialmente para mostrarlo con mayor intensidad).
Pero el arte de hoy tiene además otro desafío: el de inscribir sus formas en superficies saturadas de representaciones movidas en clave de publicidad, de comunicación y de espectáculo. ¿Cómo hacer escuchar la voz poética (estética, política, ética) en un espacio global estridente y sobreiluminado? Caben dos recursos extremos: el de gritar por encima del altisonante ruido global o el de bajar la voz hasta el silencio casi, o hasta el silencio mismo, buscando instalar así un contrapunto en el curso de una cultura atiborrada de signos e imágenes, encandilada por reflectores; colapsada en cuanto superficie de inscripción. Claudia Casarino opta por la segunda estrategia: baja la voz, reduce la carga visual de sus imágenes, ocupa el espacio con gestos mínimos. Roza el silencio, calla, siguiendo quizá un rumbo marcado por Adorno cuando afirma que “en el mundo del consenso manipulado, el arte auténtico sólo habla callando” . Pero el silencio del arte no es mudez, sino pausa activa, palpitante de resonancias; es impulso de significaciones renovadas. Lo poético expresa mejor desde el rodeo de la falta.
Claudia enfrenta la realidad brutal de la pandemia graduando la distancia ante una cuestión desmesurada. Trabaja con formas lacónicas, matices delicados y composiciones escuetas. Dispone batas transparentes de color azul verdoso en un espacio despojado, de modo tal que las largas mangas de las prendas se enlazan entre sí como se cruzan comúnmente los brazos en los rituales indígenas: ceremonias propiciatorias de mejores tiempos, danzas que mueven el cuerpo social e convocan su unidad. El arte no puede provocar el advenimiento de un tiempo favorable, pero sí puede invocarlo. Sus operaciones imaginan lo que podría ser dando formas al deseo de que así sea. El arte no adivina el futuro, pero deja abierto el lugar de la promesa: la expectativa de porvenires que, si bien podrían parecer imposibles en tiempos demasiado oscuros, deben ser porfiadamente invocados mediante el rito y el deseo, mediante la forma adecuada y el lance poético. “Lo imposible no es aquello que jamás podría suceder, sino algo que impulsa a actuar como si fuera posible”, dice Benjamín Arditi . Nada garantiza el cumplimiento de ese actuar, pero asumir el desafío de imaginar su logro es la última carta que tiene el arte para mantener disponible el lugar del acontecimiento: allí desde donde se avistan, por un instante, rumbos que son invisibles porque quizá todavía no existen.
Las formas que emplea Claudia son las del rito colectivo, el del encuentro solidario, el de la danza. “La danza” de Matisse representa un grupo de cinco personas tomadas de la mano movidas por la pura pulsión de vida. Según el pintor esta obra alcanzaba “el punto culminante de una luminosidad abrumadora”. La energía vital es la misma en el círculo de una ceremonia indígena y en el de una danza exaltada de pura luz. La artista traza el propio círculo propiciatorio, apela a la eficacia de la imagen promoviendo el entrelazamiento de los cuerpos, haciendo filtrar la luz mediante la transparencia de las batas. La luz puede ser la de una sobreiluminada sala hospitalaria, pero, también, la del lugar deseado, la de la comunidad por venir liberada de la amenaza del Covid-19, más allá de las sombras del modelo depredador cuya hegemonía amenaza la persistencia de los colores verdes y azules del espacio globalizado. La gama de colores verdes y azules de las batas corresponden a las tonalidades del uniforme empleado por médicos que buscan conjurar la pandemia con la fuerza de sus manos enlazadas; que tratan de contener las potencias adversas y restablecer el equilibrio amenazado.
En su esfuerzo por conectarse, las largas mangas vacías se arquean laxamente hasta crear una trama liviana de bandas cruzadas, como si procuraran reponer el cuerpo social vulnerado. Como si buscaran sostener el cuerpo humano ausente. La gradación de tonos fríos también coincide con los de una porción del planeta visto satelitalmente: las partes correspondientes al agua y la vegetación. La zona amenazada por la expansión del capital desatado.
En sus últimas obras, Casarino trabaja con persistencia el pensamiento pionero de Humboldt referente a la explotación colonizadora de los recursos humanos y ambientales. En lo referente a esta obra, ella trae a colación la postura del científico y humanista prusiano que considera la interconexión de los organismos vivos y desafía a concebir una nueva visión de la naturaleza. Claudia encara el reto imaginando el medioambiente como paisaje animado y el globo terráqueo como cifra de amenazas o expectativas, como mensaje cifrado. Ambos son representados mediante la gradación que une el verde y el azul, la gama que, como queda dicho, caracteriza mundialmente el uniforme del personal médico.
Los guaraníes, cuyas figuras se encuentran siempre presentes en los imaginarios y las representaciones del Paraguay, llaman hovy al color verde azulado de los bosques, del agua y del cielo. Hovy es el color del horizonte que marca una línea situada siempre adelante: el dintel de lo imposible/posible que debemos desear para seguir respirando.
Ticio Escobar