Obra

Trastornos del Sueño

Camisones de tul

Medidas variables


Restitución del sueño


Una prenda define el sueño. Un sueño vestido. La prenda que define el sueño es vulnerable, volátil, íntima. Corresponde a una supuesta domesticidad y a la hora en la cual el cuerpo reposa para recuperarse de lo acontecido. El descanso reparador del sueño seguro.

Un conjunto de esas prendas es montado por Claudia Casarino a modo de instalación. En distintas variantes (ya sea llenando una sala con dichas prendas o encimándolas, como si se trataran de una piel que va cambiando), estas prendas han sido elegidas por la artista por una causa que solo ella conoce. Si ella no nos revelara la clave, nos quedaríamos solamente con la voluptuosidad del cuerpo que ha abandonado la prenda que se expone.

Casarino trabaja con prendas de vestir hace ya un buen tiempo. Las relaciona siempre con una perspectiva de género. Nos entrega, así, una reflexión. Las prendas solamente vehiculizan una peripecia, como si sus obras fueran un cuento. En el cuento, una línea narrativa se desarrolla en una dirección, y otra línea narrativa encuentra la primera, y he allí la peripecia.

Sabemos que en esta instalación de Casarino, una de las líneas narrativas es totalmente visible: las prendas. Nos hablan de ese momento íntimo, de una vida doméstica, puertas adentro. Nos hablan también a partir del material con el cual fueron confeccionadas estas prendas: el tul, su capacidad semántica en cuanto juego de veladuras (cubrir y revelar). Casi siempre asociado, en nuestra cultura, a los rituales de pasaje como lo es el cumpleaños número 15 de las mujeres jóvenes o el matrimonio, este material se convierte en característica estereotipada que lo impone a diversas manifestaciones culturales, nos está dando un dato también. Lo volátil y el juego de transparencias que el tul propone aquí no parece ser solo un acercamiento a lo íntimo, también a un indicio de ese cliché: lo femenino como volátil, como subjetividad apegada a lo que manda lo social. Lo volátil: algo que se disipa fácilmente. Una tela transparente, que pende de hilos invisibles, quizá poco resistentes y que afirman y reproducen un cliché sobre lo femenino, su envoltura.

Pero, ¿cuál es esa otra línea narrativa que no permitirá que se desarrolle la primera, tal y cómo lo venía haciendo?

Y he allí la clave que nos descubre la artista: tráfico. Palabra con múltiples sentidos. Uno de ellos, aquel cuyo objeto de transacción son personas.

El tráfico de personas, tan presente en las historias de países periféricos, supone un movimiento económico ilegal solo superado por el tráfico de drogas y de armas. Uno de los objetivos de la trata de personas es el de la explotación sexual. Generalmente mujeres, estas personas son engañadas por otras (muchas veces son personas que conforman su propio círculo social) ofreciéndole un trabajo bien remunerado en algún otro país. Una vez en el aeropuerto del mismo son desprovistas de sus pasaportes y llevadas al verdadero lugar de trabajo del cual será ya muy difícil salir.

Estas prendas, asociadas con el sueño, con el descanso reparador en una primera línea narrativa, se encuentran con un destino atroz. Otra línea narrativa que no permite que la primera sea desarrollada tal y como lo venía haciendo. Ese tráfico de personas, irrumpe en la intimidad haciendo más vulnerable lo vulnerable: el sueño ya nunca será seguro y quizá se convierta en pesadilla.

El sueño de Claudia, quizá sea, restituir una tranquilidad despojada, devolver el sueño al sueño. Devolver, en última instancia, la tranquilidad del sueño doméstico ante la intimidad y el cuerpo asediados, convertidos en mercancía traficada.


Lia Colombino

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