Obra

Practicas de Tránsito

Hilo hilvanado sobre tul y bastidores de madera


La práctica del tránsito


Hay límites y hay límites. Quien ha intentado cruzar alguno, sabe que puede llegar a ser una experiencia poco amable. Depende siempre de muchos factores: la discriminación, el papeleo, lo que la persona lleva consigo, las intenciones manifiestas y las que no lo son, etc.

En esta práctica, que a veces puede ser de una violencia inexplicable porque conlleva el avasallamiento policial o gendarme sobre la persona en tránsito, pueden darse situaciones extremas. Y es aquí donde la obra de Casarino trabaja en esta oportunidad.

La relación de la artista con el tul es ya conocida. Busca en esa relación cierta dialéctica que ella, desde su mirada, le imprime al tejido.

Una vez más, la artista recurre al tul blanco. Esta vez, el tul se encuentra tensado, en lo posible, en un bastidor, también blanco.

En ese tejido interrumpido por vacíos, vemos delineadas unas figuras. La figura se construye por el inestable recorrido de un hilo negro. Un lavarropas, una maleta, un automóvil. Y nos preguntamos qué hacen allí, apenas delineados. El ojo debe hacer un esfuerzo para adivinar los objetos.

Hay una sombra que se proyecta, igual de tenue. Casi todo es blanco, el hilo negro, la sombra gris.

El título trabaja como emblema, como parte de la obra: Prácticas de tránsito. He allí el trabajo de contigüidad que propone la sutil metonimia que se encarna en el objeto representado. No es el cuerpo que se mueve el que se representa. No es la violencia manifiesta la que se nos muestra, en toda su atrocidad.

Es, en apariencia, un elemento cotidiano, un objeto sin connotaciones. El objeto, delineado, de manera sucinta, no pareciera envolver amenaza alguna.

Sin embargo, el aparente laconismo de estos objetos esconde algo. La manera en la cual están bordados en ese tul blanco que arroja sombra, lo higiénico del montaje, parece trabajar a contramano de aquello de lo cual se está hablando y por eso mismo, le imprime el efecto contrario.

Claudia Casarino había recopilado en una lista, de diferentes testimonios de inmigrantes, los objetos en los cuales habrían traspasado un límite nacional. Ella los ha bordado, cada uno, en un bastidor diferente. Un objeto cotidiano convertido en refugio en tránsito que el ojo policial o aduanero controla y que es susceptible, tras el mínimo descuido, de ser registrado, anulando la migración misma. El objeto en estado de representación, a su vez, puede desaparecer. Basta solo con estirar del hilo.


Lia Colombino

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